Otra maravillosa novela histórica de José
García Hamilton es Cuyano alborotador, donde la figura del
presidente liberal argentino Domingo Sarmiento se muestra
con la misma humanidad que tenemos todos, desmintiendo al
falso filtro divinizador de la historia escolar.
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A pesar de esto, Sarmiento fue resistido durante
toda su carrera política y militar ( si, militar), inclusive
hasta nuestros días, donde la ignorancia popular lo acusa de
aristócrata y "haber entregado la Patagonia". Es cierto que
tenía una mirada extranjerizante en su época, sobre todo de
admiración a la federación norteamericana, pero en su época era
de entenderse.
Es cierto que tenía expresiones racistas y es
célebre su frase "no ahorre sangre de gaucho" pero hay que tener
en cuenta que el romántico gaucho de José Hernández era el que
en duelo a cuchillo trataba de picarle los ojos a otro gaucho
como él.
Sarmiento se iba de boca al mismo tiempo que era
democrático en la imposición de la enseñanza ( su plan de una
Argentina alfabetizada pudo cumplirse recién en la década de
1960 ). |
Cuyano alborotador - La vida de Domingo Faustino Sarmiento,
José Ignacio García Hamilton, Editorial Sudamericana |
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Esto equiparó a todos los argentinos creando
entonces el país más brillante del mundo, que al imperio le
costó todas estas décadas desarmar. Sarmiento era un hombre;
un provinciano pobre lleno de defectos como todos los
hombres tenemos, pero con algunas virtudes que no tenemos
los mortales, como tener el mundo en un puño y plasmar el
progreso para un país que entonces no era la gran nación que
dejó sembrada. Estos breves párrafos que seleccionamos
refutan la ignorante inquina contra una de las columnas de
la Nación Argentina.
Sarmiento era un hombre; un provinciano pobre
lleno de defectos como todos los hombres tenemos, pero con
algunas virtudes que no tenemos los mortales, como tener el
mundo en un puño y plasmar el progreso para un país que
entonces no era la gran nación que dejó sembrada.
Estos breves párrafos que seleccionamos refutan la ignorante
inquina contra una de las columnas de la Nación Argentina.
Cuyano alborotador - La vida de Domingo
Faustino Sarmiento, José Ignacio García Hamilton, Editorial
Sudamericana
Un sanjuanino idealista más que materialista
Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia,
más que mía de mi patría, endurecido a todas las fatigas,
acometiendo a todo lo que creí bueno y coronada la
perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de
civilizado en la Tierra y toda la escala de los honores
humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo;
he sido favorecido con la estimación de muchos de los
grandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre
mucho indiferente; y sin fortuna, que nunca codicié, porque
era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena
muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que
yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millares
en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro
país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas
el territorio, como cubiertos de vapores los ríos, para que
todos participen del festín de la vida, del que yo gocé sólo
a hurtadillas.
(Pág 279 y 280)
Hasta hoy sigue defendiéndose de haber "entregado la
Patagonia"
Para colmo, se producía un conflicto con Chile debido a la
sanción de leyes que, en el país vecino, extendían su
jurisdicción hasta el extremo este del continente.
Paralelamente, el gobernador de Punta Arenas postulaba
ocupar el río Santa Cruz y un funcionario militar chileno
firmó un tratado de paz con los indios tehuelches, buscando
lograr el reconocimiento implícito de que la Patagonia era
chilena.
Sarmiento, aunque amaba entrañablemente a Chile, reaccionó
con energía. Dividió la Patagonia en dos territorios
nacionales, procedió a otorgar concesiones para poblarla y
colonizarla, y protestó por el tratado con los tehuelches,
sosteniendo que significaba un acto de jurisdicción ejercido
por Chile en territorio argentino. Aunque el gobierno
chileno desautorizó y anuló el tratado, reconociendo que
Neuquén era territorio argentino, el debate se desató en
ambos países con ardor e intensidad.
Las autoridades de Chile expresaron entonces que pretendían
el estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y las costas del
Atlántico hasta Puerto Deseado. Desde allí se tiraría una
línea recta hasta la cordillera de los Andes, que limitaría
a los dos países de sur a norte.
Domingo, que había designado embajador a Félix Frías,
antiguo compañero de exilio, hizo saber que Tierra del
Fuego, el estrecho de Magallanes y la Patagonia eran tres
territorios distintos, aclarando que la existencia de Punta
Arenas sobre el estrecho para facilitar la navegación no
podía dar derecho sobre dichas zonas.
Mientras los embajadores y cancilleres intercambiaban notas,
la cuestión fronteriza se discutía con apasionamiento en el
periodismo y en los parlamentos. Los opositores argentinos
recordaron que, durante su exilio, Sarmiento había propuesto
en la prensa que Chile instalara una factoría sobre el
estrecho de Magallanes, lo cual tuvo como consecuencia la
fundación de Punta Arenas. Se reiteró entonces la vieja
acusación rosista de "traición a la patria" y los diarios
contrarios al gobierno renovaron su campaña contra el
presidente de la Nación.
Desde Chile, por su parte, el embajador Frías le comunicó a
Domingo que el comentario público y el periodismo, para
reforzar las posturas chilenas, sostenían que el propio
Sarmiento había reconocido en el pasado las pretensiones de
ese país.
Atacado, aislado, amargado por su sordera, actuó de todos
modos con firmeza y claridad. Le escribió una carta personal
al "padre Frías" sosteniendo que su opinión de 1842, 1849 y
del momento, era que Chile se situara en un punto de la zona
oeste del estrecho de Magallanes, dentro de sus límites, "a
fin de establecer remolques para habilitar aquella vía
marítima poco frecuentada por el comercio".
Agregaba que el intento chileno de extender sus pretensiones
a la Patagonia era totalmente extraño a las ideas emitidas
entonces, que sólo tendían a hacer utilizable el canal y
desarrollar la navegación.
Como este asunto puede afectar profundamente mi reputación
-añadía- confío al antiguo amigo mi defensa. Y si a despecho
del buen sentido, del decoro, del deber que impone a los
chilenos no traer a colación artículos periodísticos para
argüir con ellos derechos, esto pusiese en conflicto mi
persona con mi posición, en cuanto pueda dañar en lo mínimo
a la república, estoy dispuesto a descender del puesto que
ocupo, a fin de que pueda yo mismo consagrarme a defender
como individuo los derechos de mi país.
( Pág. 266, 267 y 268 ) |