Gentileza de Julio
Rodríguez
REVOLUCIÓN LIBERTADORA, LA CUARTA INVASIÓN INGLESA
Por Fermín
Chávez
La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954.
No nació con el negocio petrolero iniciado con la
Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia
argentina.
La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda
mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los
trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio
Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez,
Eduardo Lonardi y José F. Suárez
Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron
fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los
hubo mayores en el exterior.
El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia,
pero un imperio al fin.
Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus
cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que
delatan a los carteristas novicios.
En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de
juego en que los legos debieron enfrentar, con
desventaja, a los fulleros.
La revolución peronista hirió sensiblemente a las
minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero
también perjudicó ostensiblemente a los intereses
británicos, que a la postre se unirían con quienes les
ofrecieran la más segura posibilidad de revancha.
Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto
también que lesionó duramente la esfera de influencia de
los británicos.
En un olvidado artículo periodístico, de 1957, Juan
Perón señaló que la
llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta
invasión inglesa.
“Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía-,
nacionalizamos,
comprando y pagándoles, los transportes, puertos,
teléfonos, silos y
elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el
Banco Central,
creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del
mundo, y dimos
al país transportes aéreos.
Industrializamos la Nación facilitando la instalación de
industrias pesadas.
Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y
automotores.
Así logramos la independencia económica, arrojando por
tercera vez al invasor británico”.
En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía
Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó
desastrosa.
Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de
Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares
anuales.
En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales.
Como último bastión, le quedaba nuestro mercado
comprador de petróleo.
Inglaterra nos vende combustible por valor de 350
millones de dólares
por año.
Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del
Congreso de la
Nación, un “contrato de locación de servicios” con la
Standard Oil de
California.
Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a
explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo
que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad
a YPF para su comercialización”.
Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la
pérdida que el
cambio de política petrolera significaba para ellos, y
que decidieran
intervenir, contando como contaban con fuertes aliados
en la marina de
guerra argentina.
Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos.
El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado
en el invierno
de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a
relaciones
internacionales.
En menos de dos años el cuadro varió visiblemente.
El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio
su famosa clase
contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto
impresionó a los
jefes de las Fuerzas Armadas.
El 31 de agosto lo comentó el periódico Die Welt, de
Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su
corresponsal.
El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la
Argentina librada al
apetito de los consorcios internaciones, se convirtió en
el enemigo más
enconado e intrigante de Perón.
Los misteriosos “accionistas franceses” de
la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y
acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior.
Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz,
estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el
movimiento expropió La Prensa y lastimó a la oligarquía
en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el
orgullo de clase.
Finalmente en la consolidación “moral” del frente
antiperonista interno
jugaron un papel importante las logias masónicas y otras
agrupaciones
típicas de la burguesía antinacional.
FCH/
Autor: Fermín Chávez, Revista Primera Plana Nº 507, 13
de septiembre de 1973
Tomado de
http://www.nacionalypopular.com/index.php?option=com_content&task=view&id=15894&Itemid=1
el 19-09-10