¿POR QUÉ SE FUE PERÓN?
Por Enrique
Manson
Septiembre de 2010
Perón se traslada de la cañonera Paraguay al
hidroavión Catalina en que volaría a Asunción.
A su lado, el canciller golpista Mario Amadeo.
Este lo sostuvo, cuando el Tirano
prófugo trastabilló,
y evitó que cayera al agua.
Esto le ganaría la calificación de traidor por
muchos antiperonistas.
De la cúspide al conflicto
En 1954, superada la crisis económica y después de
ganar por dos tercios de los votos la
elección de vicepresidente, el gobierno peronista
parecía haber alcanzado la cúspide de su éxito.
Pero, según dice Félix Luna [1]: -esta
monolítica estructura se desplomaría a la vuelta de
un año. Y
no por ataques externos*, sino por los asombrosos
errores de su propio constructor.
Ese año estalló el conflicto con la Iglesia, y Luna
se pregunta -¿Que
motivaciones pudieron haber inspirado a Perón para
insistir con una política tan insensata?... (la
explicación) debe plantearse, más bien,
en términos psicológicos: quizá haya que buscarla en
esos agotadores nueve años de presidencia, en el
ambiente de
obsecuencia que lo rodeaba, en el reiterado
ejercicio de un poder absoluto. [2]
Para alguna bibliografía la causa del enfrentamiento
fue el tema de la juventud.
El desarrollo de la Unión de Estudiantes
Secundarios, a la que Bonifacio del Carril llama una
forma de halagar
las bajas pasiones del dictador, era
competencia con la Acción Católica Argentina en el
encuadramiento de los jóvenes.
Pero a pesar de lo que pudo haber influido, no
parece suficiente para explicarlo.
Para el pensador católico Carlos Chiessa, -a
partir del segundo gobierno justicialista (1952), el
proceso revolucionario se profundizará,[3]
en lo que Perón había llamado la /Comunidad
Organizada/.
Era una institucionalidad diferente, que sin excluir
las instituciones de la Constitución, propias de la
democracia liberal, incorporaba otras que
correspondían a los sectores de la sociedad.
Así nacieron la CGP y la CGU que se sumaron a las ya
existentes CGT y CGE.
-El
Movimiento Justicialista...tuvo una concepción
propia acerca del papel de la Iglesia…
Aquí reside una de las claves de este problema”.[4]
A su vez la Iglesia tenía su propio proyecto de
inserción social a través de organizaciones de
profesionales católicos, así como de una penetración
(infiltración, la
llamaría el peronismo) en los gremios, y no estaba
dispuesta a encuadrarse en la institucionalización
propuesta.
El conflicto entre la Iglesia y el Estado ha sido
tan antiguo como el mundo cristiano.
En el caso de la Argentina Justicialista, la
condición cristiana, pero no confesional, del
Movimiento Peronista, generaba ámbitos de
disidencia.
A su vez, en Roma gobernaba un Pontífice político,
Pío XII.
Preocupado por la reconstrucción de Europa, tras la
Guerra fue -un
crítico agudo del proyecto cientificista y
tecnocrático capitalista, advierte el incremento y
amenaza del poder soviético y pone su atención en
las reservas de la Iglesia: España, América Latina y
las dinámicas misiones africanas. [5]
Estallado el conflicto, el peronismo sufrió al mismo
tiempo una sangría de católicos que se alejaban y el
debilitamiento de las convicciones de muchos que
quedaron adentro.
Este debilitamiento fue importante en la oficialidad
de las fuerzas armadas.
Tras el cruento bombardeo de Plaza de mayo, el
/Líder/ llamó a la pacificación, y declaró concluida
la /Revolución Justicialista/, por lo que terminaba
la situación de excepción y se entraba en una etapa
de /normalidad/, por lo que se permitió el acceso a
las radios de los políticos opositores.
Al asumir Oscar Albrieu el ministerio del Interior
le dijo al presidente que si se trataba de reprimir,
que llamara a otro. Perón lo tranquilizó: -Dígale
a su amigo Frondizi que no voy a presentarme a otra
reelección en 1958.
Pero la respuesta no fue la esperada.
Los políticos exigieron por radio la renuncia del
primer mandatario, y los comandos civiles se
entretuvieron asesinando vigilantes en las esquinas.
La conspiración siguió adelante.
El 31 de agosto, considerando que la pacificación
había fracasado, Perón ofreció su renuncia, lo que
fue rechazado por una manifestación popular en la
Plaza de Mayo.
De la larga alocución de esa tarde, los enemigos del
gobierno sólo rescatarían las palabras más
violentas, especialmente la frase que anunciaba: -¡Y
cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de
los de ellos!
Sin embargo, esta terrible amenaza no se cumpliría,
aunque serviría para convencer a los conspiradores
que todavía estuvieran dudando.
El 16 de septiembre se inició el levantamiento.
La reacción militar permitió que los principales
focos fueran acorralados.
Pero la marina anunció que si Perón no renunciaba,
los cañones navales destruirían la destilería de YPF
en Eva Perón (La Plata), amenazando con ataques
sobre otros puntos del Gran Buenos Aires.
Después de lo ocurrido en junio, no había motivos
para pensar que se trataba de una bravata.[6]
No faltó quien propuso que se llevara a los lugares
elegidos como blancos a los familiares de los bravos
marinos, pero el presidente desechó la idea.
Por el contrario, el día 19 presentó una nota en que
ofrecía su renuncia si era la condición para evitar
la guerra civil.
A las 2 de la mañana del 20, -Perón
llamó a Atilio Renzi (mayordomo de la Residencia
Presidencial) y le dijo: -Mire,
Renzi, me voy.
Ordenó algunos papeles, tomó el dinero que éste le
había reunido, se entregó unas horas al descanso y,
alrededor de las 8, partió rumbo a la Embajada del
Paraguay. [7]
Desde ahí sería llevado, por seguridad, a una
cañonera de esa bandera que estaba en reparaciones
en el puerto, para partir luego en avión a Asunción.
¿Por qué se fue?
Desde ese día de 1955 han sido tema de debate los
motivos de que el /General/ no aprovechara su
superioridad militar y su inmensa popularidad, para
aplastar a los rebeldes.
Naturalmente, sus enemigos se llenaron la boca con
su presunta cobardía.
A esto contestó a Félix Luna: -¿Cobarde?-nos dijo en
Madrid, en 1968-.
¡Si los generales nunca mueren en las batallas,
nunca mueren con las botas puestas!
Ellos no pelean; mandan que peleen los soldados!
Desde una interpretación marxista, Milcíades Peña va
más allá que la mera cobardía, aunque no la excluye:
-En
verdad, no fue la matanza lo que Perón trató de
evitar, sino el derrumbe burgués que podría haber
acarreado el armamento del proletariado.
La cobardía personal del líder estuvo perfectamente
acorde con las necesidades del orden social del cual
era servidor (…)
La caída
ingloriosa del régimen peronista dio lugar, pues, a
gérmenes de una insurrección obrera.
Diez años de educación política peronista y el
ejemplo de la dirección peronista se encargaron de
que esos gérmenes no prosperaran.[8]
Más personalizada es la interpretación de José Pablo
Feimann, un ex joven peronista que muchas veces hace
pensar en enojos de adolescente con su padre:
-Que
quede claro: Perón se va con un Ejército que le
sigue siendo leal y es superior al enemigo.
Con una CGT decidida a la lucha.
Y con los obreros que se habían olvidado de los
amparos del Estado de Bienestar y se la jugaban por
él.
Lo que falla es la conducción. …
La conducción huye. …
¿Perón quiso evitar una guerra civil?
¿Fue víctima de sus condicionamientos de clase?
Si fue un líder combativo…
¿No tenía esa combatividad los límites de la
coalición militar, empresarial, burguesa y
proletaria que le dio textura?
Todo eso es posible.
Una cosa fue real: en septiembre de 1955, a todos
los que salieron a pelear, el conductor los dejó
solos…
Todos querían pelear, pero el jefe los abandonó.[9]
Nos preguntamos: ¿todos querían pelear?
Perón estaba desgastado, seguramente, por diez años
de gobierno personal.
Con más razón, luego de la muerte de Evita, que no
era una revolucionaria contradictoria del general
/facho/, sino su única interlocutora válida desde
una posición de la más estricta lealtad.
Pero eran muchos los que estaban desgastados por
diez años de combate permanente.
Por que si la Revolución Justicialista no era
revolución para ciertas categorías académicas, sí lo
era para sus enemigos que la combatieron con saña.
Dijimos que el conflicto con la Iglesia había
debilitado lealtades militares.
El general Alberto Morello era el jefe militar de
Córdoba, y como el marqués de Sobremonte en 1806,
estaba viendo una función de teatro.
Y como el virrey de la mala fama, no creyó en la
importancia de los informes y se fue a dormir.
Durante su sueño, los revolucionarios se apoderaron
del comando de la Escuela de Artillería, con lo que
provocaron un
desagradable despertar al jefe de ésta, coronel Juan
B. Turroni, quien también dormía y que fue herido al
intentar resistirse.
Años después Morello diría: -Sinceramente,…
pensé que Lucero estaría muy
nervioso y que por eso llamaba; jamás supuse que los
militares se
alzarían contra el Gobierno, pues sólo se esperaba
un levantamiento civil.
Las tropas que debían reprimir la rebelión estaban
al mando del general José María Epifanio Sosa
Molina.
Su disposición para la lucha parece expresarse con
comentarios como este: -Nadie
hablaba de revolución, porque con la frustrada
intentona de Videla Balaguer en Río Cuarto pensamos
que habría paz por largo tiempo.
Quedaba la CGT y las posibles milicias obreras.
Pero la central, al menos sus líderes de entonces,
aconsejaron a los trabajadores mantenerse en calma.
Al día siguiente de la derrota insistieron
sosteniendo -la
necesidad de mantener la más absoluta calma y
continuar las tareas.
Recién ante el golpe interno que desplazó a Lonardi
se manifestarían como no lo habían hecho al caer
Perón.
Norberto Galasso, a quien Feinmann acusa de juzgar
desde un punto de vista demasiado peronista critica
-La
miopía de los analistas políticos liberales (que)
los llevará a juzgar que la renuncia se origina en
la supuesta cobardía del General.
No observan los movimientos profundos de las aguas
que son los que explican las olas y la espuma: ese
frente policlasista que sostenía a Perón –Iglesia,
empresarios, Ejército, trabajadores- se ha
desintegrado, y su conductor, ya sin sustento, no
tiene otra alternativa que abandonar el escenario de
la política argentina.[10]
Y Joseph Page, en su lúcida interpretación del
personaje y de la época, se acerca a las verdaderas
causas cuando dice: -¿Por
qué abandonó Perón su puesto sin luchar?
La victoria militar parecía estar al alcance de la
mano, especialmente considerando la inminente
derrota de Lonardi en Córdoba.
Sin embargo, el levantamiento de la marina en su
totalidad, el control de un sector del territorio
por parte de los rebeldes en Cuyo y el compromiso
asumido por muchos civiles de combatir el gobierno
hasta su derrumbe hacen pensar que la caída de
Córdoba no hubiera significado la terminación de la
guerra civil.
Por todo ello, Perón debe haber llegado a la
conclusión de que si el conflicto se
prolongaba indefinidamente le hubiera sido imposible
triunfar.
…Aun en el caso en que él hubiera efectivamente
pensado que podía aplastar la rebelión, Perón pudo
haber optado por alejarse.
A menudo se refería a la terrible tragedia de España
–cuyas consecuencias él había
tenido oportunidad de ver con sus propios ojos- como
una razón suficiente para evitar un holocausto
similar en la Argentina.
El sabía muy bien lo que hacía falta para derrotar a
los rebeldes en una guerra
prolongada pero, asimismo, percibía lo que se
necesitaría para gobernar el país una vez concluido
el conflicto.
Sólo iba a ser posible una dictadura férrea; él no
iba a poder hacer el papel de moderador, de
arquitecto de la unidad nacional, de conductor de
unacomunidad
organizada.
No valía la pena luchar para obtener ese tipo de
victoria: por eso abdicó. [11]
La lectura equivocada del General
Más de una vez hemos dicho que quienes nos dedicamos
a la historia tenemos una ventaja inapreciable sobre
los politólogos, sociólogos y, sobre todo,
protagonistas de los hechos pasados.
Jugamos al Prode con el diario del lunes.
Desde ahí nos atrevemos a decir que, aunque no
sabemos que hubiera ocurrido de haber procedido
Perón de otra manera, creemos que equivocó el
diagnóstico.
“Estallada la revolución, el día 18 de septiembre la
escuadra sublevada amenazaba con el bombardeo de la
ciudad de Buenos Aires y de la destilería de Eva
Perón (La Plata, EM), después del bombardeo de la
ciudad balnearia de Mar del Plata.
Lo primero, de una monstruosidad semejante a la
masacre de la Alianza[12]; lo segundo, la
destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de
cientos de millones de dólares.
Con este motivo llamé al Ministro de Ejército,
General Lucero, y le dije: -Estos
bárbaros no sentirán escrúpulos en hacerlo, yo no
deseo ser causa para un salvajismo
semejante.Inmediatamente me senté al escritorio y
redacté una nota que es de conocimiento público y en
la que sugería la necesidad de evitar la masacre de
gente indefensa e inocente, y el desastre de la
destrucción, ofreciendo, si era necesario, mi retiro
del gobierno. [13]
-Yo no me arrepiento de haber desistido de una lucha
que habría ensangrentado y destruido al país. Amo
demasiado al Pueblo y hemos construido mucho en la
Patria para no pensar en ambas cosas.[14]
En declaraciones periodísticas realizadas años
después, Perón sostuvo que había preferido evitar
una guerra civil[15] y por eso había abandonado la
lucha cuando tenía las mayores posibilidades de
ganarla.
La exaltación de los odios se centraba, creía, en su
persona.
Dejando la presidencia, y más allá de los abusos
inevitables y las pequeñas venganzas que seguirían
al establecimiento del poder revolucionario, lo
fundamental de la obra de su gobierno habría de
mantenerse.
Tal vez más adelante, cuando las pasiones se
acallaran y cuando los errores de los
gobiernos sucesivos pusieran en evidencia las
virtudes del derrocado, seguramente regresaría para
ser reconocido y gobernar sin la oposición exaltada
del ´55.
Perón se equivocó en el diagnóstico.
Seguramente el agotamiento psíquico y físico por su
largo gobierno en soledad, en una soledad que se
había incrementado hasta el vacío con la muerte de
Eva, había disminuido su espíritu de lucha.
Pero no parece injusto concederle el beneficio de la
duda cuando explicaba que fue el temor a que la
Argentina sufriera las consecuencias de una guerra
civil como la que él había visto en España, lo que
lo llevó a ofrecer su retiro del poder
No era la primera vez que buscaba una salida de ese
tipo.
El 31 de agosto, al comprobar que su llamado a la
pacificación no había tenido éxito, se había hecho
eco del reclamo de la mayor parte de los dirigentes
opositores y había ofrecido su renuncia a la
presidencia.
Por la tarde, ante la multitud reunida en Plaza de
Mayo para exigirle que la retirara, lo hizo.
Todo habría sido una /maniobra/, y así lo creyeron
los opositores, que se decidieron, si todavía no lo
habían hecho, a actuar ante el peligro.
Y también lo creyeron muchos peronistas que se
sintieron dolidos por el manejo de sus sentimientos
que parecía hacer el presidente.
Sin embargo, la inútil /maniobra/ se parecía mucho a
la conducta que Perón había tenido en 1945 cuando,
estando en superioridad militar sobre los rebeldes
de Campo de Mayo que pedían su renuncia no hizo lo
que le aconsejaban sus colaboradores uniformados y
dejó el poder para no mantenerlo por la fuerza.
En 1945 y en agosto y septiembre de 1955 actuó con
coherencia.
No quiso seguir en el poder, o mantenerse en él, por
la fuerza militar.
Siempre sostuvo que ésta es frágil y termina por
quebrarse, y en todos los casos –el 17 de octubre,
sus tres presidencias- su sustento político fue la
voluntad popular.
Además, debiéndoles el poder a los militares, se
convertía en un prisionero de las fuerzas armadas.
Algo de eso había ocurrido después del 16 de junio,
cuando se rompió el equilibrio interno que siempre
había existido entre militares, sindicalistas y
otros sectores que integraban el movimiento
peronista.[16]
No sólo Perón creyó que la Revolución Libertadora no
significaría una vuelta a 1943.
El mismo Lonardi, con su proyecto de /peronismo sin
Perón/ intentó que su cruzada embanderada con la
consigna /Cristo Vence/ se limitara a terminar con
lo que consideraba los excesos del /régimen
depuesto/.
Había que meter presos a los ladrones y a expulsar
al tirano, que en su /megalomanía/ se dedicaba a
pasear en motoneta con adolescentes y se había
lanzado contra la Iglesia, pero había que mantener
en pie todo lo demás.
El 13 de noviembre, los ultra gorilas que lo
destituyeron pusieron en evidencia que se trataba de
terminar hasta con el recuerdo del peronismo.
Pero esa es otra historia.
N O T A S
[1]Luna, Félix, director, /La Historia de Nuestro
Siglo, Perón contra la
Iglesia/, pag. 10
[2] /Idem/, pag. 27.
[3]Chiessa, Carlos. /Iglesia y justicialismo/, pag.
14.
[4] /Idem/, pag. 17.
[5] Chiessa, Carlos, /ob. cit./, pag. 15
[6] La amenaza, militarmente, no era decisiva. El
gobierno podía abandonar la capital y seguir la
lucha desde el interior. Los aviones leales, que no
podían atacar a la Flota porque Buenos Aires estaba
cubierta de nubes, en algún momento tendrían el
cielo despejado. Lonardi no tardaría en caer y lo
mismo podía ocurrir con Puerto Belgrano. Lagos,
solucionado el problema de Córdoba, podía ser
atacado desde varios frentes.[7] Chávez, Fermín,
Cantoni, Juan Carlos, Manson, Enrique y Sulé, Jorge,
/Historia Argentina Contemporanea/, tomo XIV, pag.
44..
[8]Peña, Milcíades, /Masas, caudillos y elites/, p.
128-129
[9]Feinmann, José Pablo. /Peronismo/ p.95
[10] Galasso, Norberto, /Perón/ Tomo 1, p.722
[ 1] Page, Joseph, /Perón/ Tomo
2 p. 79
[ 2] Luego de la caída de Perón el Ejército destruyó
a cañonazos el edificio de la Alianza Libertadora
Nacionalista en el centro de Buenos Aires.
[ 3] Declaraciones a la United Press del 5 de
octubre de 1955 (En /La fuerza es el derecho de las
bestias/, pag. 6)
[ 4] Ibídem
[ 5] Había pasado por España después de la Guerra
Civil. Durante su exilio diría que los españoles
habían dedicado cuarenta años a reconstruir lo que
destruyeron en tres años de guerra.
[ 6] Durante la misma Resistencia, Perón se preocupó
siempre en que las propuestas golpistas, de
peronistas o afines, no fueran la metodología
primordial de la lucha.
NOTA DE LA NAC&POP: Una
nota con algún redoble contemporáneo: los que
piensen (p. ej. los partidarios del Pino Solanas,
los de Duhalde, e incluso los socialistas de Binner
y los radicales de Stolbizer) que una eventual caída
del kirchnerismo NO
REPRESENTARÁ una
derrota nacional y una restauración paleomalthusiana
deberían aprender de este episodio crucial en la
historia del peronismo y de Perón. Habrá que ver
además cuántos "cuadros kirchneristas", de esos que
ahora pueblan asesorías y cargos de conducción en el
Estado, mantendrán puesta la casaca de Cristina y
Néstor, y cuántos la darán vuelta al modo en que lo
hicieron miles de cuadros civiles y militares del
peronismo a la caída del General. NESTOR
GOROJOVSKY / R-P / NAC&POP nmgoro@gmail.com
NOTA DOS: A
pedido del Compañero Castro reenvío sus
observaciones. El dice:-Compañero Cavalleri. Estuve
leyendo la nota de Enrique Manson, sobre la caída
del Gral. Perón y nuevamente "meto la cuchara". Todos
esos historiadores, a quienes hace referencia este
hombre, ocultan
interesadamente un tema muy importante y decisivo en
la caída del Gobierno Constitucional elegido por la
mayoría de los argentinos que fue la intromisión
extranjera. Después del 16 de Junio de 1955 , se
ordenó la entrega de las espoletas de toda la
munición de la Marina , personal de Arsenales de
Ejército procedió a la incautación de la espoletas
que estaban en los barcos y los cañones de la base
de Puerto Belgrano. -La
marina estaba desarmada _se decía. Pero una potencia
extranjera suministró al poco tiempo y en alta mar
las espoletas necesarias para armar sus cañones ,
estas potencias no podían tolerar que la Argentina
fuera dueña de su destino y que no conformara un
apéndice de los bloques que pretendían repartirse el
mundo. No estoy en condiciones para criticar la
estrategia de los Altos Mandos de esa época , en mi
condición suboficial del Ejército , pero si puedo
colegir lo siguiente; en la tarea diaria del cuartel
, vimos la llegada de armamento inusual en nuestros
arsenales (después de 16 de setiembre) Ej. pistolas ametralladoras cal.45
marca Thompson de procedencia norteamericana y todos
los oficiales "revolucionarios" que llegaron a mi
regimiento, C8 de tanques , tenían una
pistola cal . 6,35 de igual procedencia. SEBASTIAN
CASTRO