EL PLAN DE ESTABILIZACION DE FRONDIZI QUE PROMOVIA
CLARIN
Por Miguel
Landro
Hacia fines de 1958 el
gobierno de Arturo Frondizi abandonó rápidamente su
retórica de desarrollo industrial nacional para
inclinarse hacia una industrialización dependiente del
capital extranjero y del imperialismo.
La Argentina ingresaba a
una crisis crónica de balanza de pagos y, a cambio de un
préstamo del FMI, Frondizi se comprometía a la
aplicación de un llamado Plan de Estabilización, basado
esencialmente en la liberalización del mercado
cambiario, la devaluación del peso y un enorme estímulo
a la inversión extranjera mediante rebajas impositivas,
permiso ilimitado para remesa de beneficios al exterior,
reducción radical de tarifas aduaneras, suspensión de
control de precios y restricciones comerciales. Junto
con esto, la congelación salarial, el aumento drástico
de tarifas, la reducción del gasto mediante la
paralización de la obra pública y el despido de la
planta de empleados públicos de 40.000 agentes, además
de privatizaciones en el sector petrolero, productivo y
de servicios.
Bah, la clásica receta del
Fondo Monetario, pero que entonces sonaba novedosa...
La resistencia y la lucha
contra ese plan alcanzó su pico más combativo a mediados
de enero de 1959, tras la privatización del frigorífico
Lisandro de la Torre. El día 17 el ejército, con
tanques, desalojó a los obreros huelguistas de la
planta. Cientos fueron encarcelados.
Una década antes que el
Rosariazo y el Cordobazo, en una “comuna” de alcances,
metodología y conciencia verdaderamente revolucionarios,
el pueblo de la ciudad de Buenos Aires protagonizó una
heroica gesta tras la toma por sus nueve mil obreros del
frigorífico municipal Lisandro de la Torre para
enfrentar a la privatización ordenada por el gobierno.
Los objetivos, los
métodos, y la organización propia de la clase
trabajadora, arrastró tras de sí al barrio entero,
Mataderos, que dependiente de la vida y funcionamiento
de la gigantesca fábrica, se plegó en una insurrección
popular inusitada, mientras millones de trabajadores
participaron de la huelga general de solidaridad,
impuesta por el ímpetu y la fuerza de los hechos, a la
conducción vacilante de la CGT.
En el Lisandro se faenaban
un millón y medio de kilos de carne vacuna por día,
además de ovina y porcina. La importancia del Lisandro
de la Torre para una política nacional de carnes era
inmensa, pues regulaba a todos los demás, y permitía al
Estado recuperar una gran cantidad de divisas
provenientes de su cuota de exportación, a la vez que
fijaba el precio al consumo.
Conocida la noticia de la
privatización del frigorífico más grande de América
latina, los trabajadores se organizaron para resistirla.
La fábrica contaba con un
sindicato autónomo ganado por una lista peronista de
línea dura conducida por
Sebastián Borro, y un poderoso y disciplinado cuerpo de
delegados que funcionaba con mandato democrático de
asamblea.
Los obreros se preparaban
para rechazar la privatización.
Tenían un contraproyecto
para aumentar la productividad y el rendimiento de la
planta mediante la adquisición de maquinaria para la
utilización y aprovechamiento del sebo, la cerda, la
sangre, las pezuñas, etcétera.
Al decir de los
trabajadores: -Lo único que no pudimos
lograr fue una forma de industrializar el mugido.
Tenían además un argumento
de hierro para justificar el mantenimiento del
establecimiento en manos del Estado: el frigorífico
había servido como un enorme freno contra las empresas
monopólicas.
El 14 de enero, sin
embargo, se sanciona la ley de privatización. Una
asamblea de los trabajadores decide la toma y el paro
por tiempo indeterminado.
Se pide a las 62
Organizaciones, además, que convoque a un paro general.
Se forman grupos de
obreros para cuidar la maquinaria, evitar sabotajes y
atender a los animales.
Previendo la posible
represión y basados en experiencias anteriores,
organizan la defensa: mantener la caldera encendida para
resistir con mangueras de agua caliente; apostar un
grupo de obreros para largar la hacienda acumulada si
entraban a desalojarlos. Otra comisión visita comercios
y vecinos buscando ayuda solidaria. Dos horas después de
tomado el frigorífico, decenas de miles de personas
rodean la planta en señal solidaria.
Durante toda la jornada la
fábrica será el centro organizador: estudiantes,
vecinos, familiares, comerciantes, todos participarán.
La prensa nacional se
apostaba en la entrada, ante el portón en el que se
cuelga una bandera que reza En defensa del
patrimonio nacional.
Ante la proclama de la
huelga, el Comando Nacional de la Resistencia peronista,
a través de John William Cooke, declaraba: -Los
agentes del imperialismo, desde los cargos oficiales,
utilizan el monopolio de la propaganda para atribuir a
la huela general los móviles más aviesos y las
complicidades más absurdas. (...) Esta huelga es
política, en el sentido de que obedece a móviles más
amplios y trascendentes que un aumento de salarios o una
fijación de jornada laboral. Aquí se lucha por el futuro
de la clase trabajadora y por el futuro de la nación.
Los obreros argentinos no desean ver a su patria sumida
en la indignidad colonial, juguete de los designios de
los imperialismos en lucha. (...) En un país sometido al
capital foráneo, no hay posibilidades de desarrollo
nacional. Tampoco puede existir una justa participación
de la clase trabajadora en la conducción política, ni en
el reparto del producto social. (...) Si los medios de
lucha que ha usado no son del agrado de los personajes
que detentan posiciones oficiales, les recordamos que
los ciudadanos no tienen posibilidad de expresarse
democráticamente y deben alternar entre persecuciones
policiales y elecciones fraudulentas. No es posible
proscribir al pueblo de los asuntos nacionales y luego
pretender que acepte pasivamente el atropello de sus
libertades, a sus intereses materiales y a la soberanía
argentina. No sé si este movimiento de protesta es
‘subversivo’, eso es cuestión de terminología, y en los
países coloniales son las oligarquías las que manejan el
diccionario. (...) Por ello el pueblo está en su derecho
de apelar a todos los recursos y a toda clase de lucha
para impedir que siga adelante el siniestro plan
entreguista.
Como representante de
Frondizi, el jefe de la Policía Federal, el capitán
Ezequiel Niceto, negocia con los obreros y les conmina a
que reanuden el trabajo. Les sugería además que pensaran
en hacer una cooperativa para arrendar el frigorífico.
Los obreros rechazan la propuesta. Al día siguiente se
comunica la decisión gubernamental: -Si se
mantiene la huelga y la ocupación, el Poder Ejecutivo
actuará con toda decisión y energía.
Los representantes obreros
responden: -(...) el gremio ha decretado la
huelga en una asamblea, y nosotros, que somos los
representantes del gremio, la haremos cumplir hasta que
sea derogada la ley.
A la medianoche del día
16, el Ministerio de Trabajo declara ilegal el paro y
ordena desalojar el establecimiento a las 3 horas del
día 17 de enero. Se desencadena la represión.
Los piquetes obreros
colocados en cada esquina dan la alarma. A la madrugada,
veintidós ómnibus cargados de agentes federales se
aproximan al frigorífico. La fuerza represiva sumaba
2.000 hombres. Un tanque militar atropella el portón de
la entrada y comienzan los bombazos. Más de 6.000
obreros reunidos alrededor del mástil en el patio de la
planta, comienzan a cantar el himno nacional. (-Si
en ese momento la gente hubiera tenido algo en la mano
no sé lo que hubiera sido capaz de hacer. ¡Realmente era
un sentimiento de odio y de bronca! [...] Un ladrillo,
cualquier cosa querían tirarle al tanque, cualquier
cosa...).
Algunos corren a
refugiarse de las balas y gases policiales; otros,
cuchillo en mano, se abalanzan contra la policía.
Quienes tenían la misión de largar la hacienda lo
intentan en vano. -En la huelga de 1948 las
largamos y fue una estampida de decenas de miles de
cabezas que se llevaba todo por delante, no quedaba
nadie, ni policías ni nosotros. En cambio en el 59
salieron, pero al trotecito, y se pusieron a comer el
pasto de las veredas: parece que las vacas también
habían hecho su experiencia....
Luego de largas horas de
una heroica resistencia, los obreros finalmente serán
desalojados.
Las 62 Organizaciones, al
frente de la CGT, decretan el paro nacional. Sin
organizar la medida y sin tomar ninguna precaución, los
dirigentes vuelven a sus respectivos sindicatos. Al
llegar, uno a uno serán detenidos: la burocracia se
quitaba así de encima la responsabilidad de garantizar
el paro que había declarado. La huelga quedó en manos de
nuevos y jóvenes dirigentes. A pesar de la ausencia de
dirigentes de primer nivel, el paro se siente fuerte en
todo el país. Fue la primera huelga general por tiempo
indeterminado de la historia nacional. Los trabajadores
de los frigoríficos privados Swift y Armour se pliegan a
la huelga con una combatividad tal que el gobierno sólo
pudo detenerla mediante una brutal militarización y
represión en toda la zona.
El vicepresidente José
María Guido, a cargo del Ejecutivo por ausencia del
presidente, se dispone a movilizar a las Fuerzas Armadas
mientras los medios de comunicación anunciaban la
posible aplicación del Plan Conintes (mediante el cual
el gobierno movilizaba al aparato represivo de las
Fuerzas Armadas ante casos de CONmoción INterior del
EStado, y determinaba el juicio a civiles por tribunales
militares).
Tras el desalojo, el
enfrentamiento se trasladó al corazón del barrio de
Mataderos.
Durante cinco días,
militantes, obreros, vecinos y comerciantes se
enfrentaron a la policía ¡y al ejército! en feroces
batallas con características de insurrección urbana.
La clase obrera de la zona
se transformó en el dirigente espiritual de la población
vecina. Era la industria frigorífica predominante quien
gobernaba y ordenaba la existencia misma de todo ese
complejo urbano.
Los lazos informales de la
familia, la vecindad y el lugar de trabajo adquirieron
una potente homogeneidad, reforzada en su máxima
expresión cuando el Estado y su aparato represivo se
aprestó a atacarlos.
Estos lazos primarios
fueron los que comenzaron de entrada a proveer la
seguridad y defensa a los obreros y activistas en un
plano que ninguna organización formal podía igualar.
El barrio vivió una
conmoción: en la calle, ¡con las manos!, se levantaron
las vías del tranvía. Se hicieron barricadas arrancando
el adoquinado, se derribaron árboles, se acumulaba
madera, se prendía fuego. Participaba todo el mundo, los
obreros, los militantes, los familiares y los vecinos.
Inclusive los comercios se adhirieron, porque era una
lucha que le pertenecía a todo Mataderos.
Durante la noche, los
propios vecinos, junto a los obreros, cortaban la
iluminación para impedir el ingreso de la policía.
Los trabajadores de las
inmensas fábricas vecinas, Pirelli y Federal, se unieron
a los del frigorífico.
Finalmente, toda esta
enorme energía será desarticulada.
El frigorífico será
privatizado a mediados de 1960 y entregado a la CAP
(Corporación Argentina de Productores de carne), que lo
mantendría durante años con suculentos subsidios del
Estado.
(El complejo se le vendió
a la CAP en 380 millones y se le dieron 500 millones
para reconvertirlo; sin embargo, la CAP sólo terminó
pagando en concepto de compra, de esos 500, 38 millones:
todo una anticipación del modus operandi de los 90).
Más de cinco mil obreros
quedarían en la calle y sus dirigentes fueron detenidos.
El control que la
organización obrera había ejercido sobre la producción
fue progresivamente debilitado y nuevas condiciones de
productividad fueron impuestas.
La represión, el
aislamiento y el abandono de la conducción sindical
debilitaron al movimiento huelguístico.
La burocracia sindical
peronista levantó la huelga replegada tras las espaldas
del gobierno, temerosa de perder las tibias prebendas
cedidas por Frondizi y de la energía con que la clase
trabajadora, arrastrando a la mayoría de los sectores
populares, tomaba en sus propias manos la lucha contra
el plan de entrega reaccionario y la defensa de lo
nacional.
A pesar de todo, el
proyecto desarrollista de Frondizi quedó definitivamente
en el basurero de la historia, pero la resistencia de
los obreros del Lisandro de la Torre permanecerá por
siempre en la memoria histórica de los trabajadores
argentinos.