MUJERES SON LAS NUESTRAS AZUCENA VILLAFLOR MADRE DE LA
REVOLUCION.
CREADORA DEL MOVIMIENTO DE
MADRES DE PLAZA DE MAYO
1977
- 30 de Abril - 2005
Por Miguel Landro Lamoureaux
Madres de
Plaza de Mayo es un movimiento que surgió a partir de la
iniciativa de Azucena Villaflor, con el objetivo de
buscar y encontrar a sus hijos que estaban siendo
secuestrados por la dictadura militar de entonces.
Se reunieron
por primera vez en la Plaza de Mayo la tarde del sábado
30 de abril de 1977, hace 28 años. De ser una reunión
informal pasó a ser en encuentro semanal todos los
jueves a las 15:30 horas que perdura hasta nuestros
días. Este es uno de los movimientos más ejemplares del
mundo.
EL PRIMER ENCUENTRO DE LAS MADRES DE PLAZA DE
MAYO
En noviembre
de 1976 fue secuestrado un hijo de Azucena Villaflor.
Ella salió a buscarlo por cielo y tierra hasta que,
desengañada, entendió que no tenía sentido pedir
justicia a la dictadura y le propuso a otras mujeres que
pasaban por un calvario similar, comenzar a reunirse en
la Plaza de Mayo para que todo el pueblo supiera lo
sangriento que era el gobierno de facto.
Azucena fue
puesta en la mira de la dictadura y la secuestraron el
10 de diciembre de 1977. Se sabe que permaneció
secuestrada en la ESMA. Nunca más apareció pero su
trabajo y su ejemplo viven y es conocido en todo el
mundo.
El 30 de
abril de 2002, a las 11 horas, descubrimos una placa en
la esquina de su casa, donde fuera secuestrada: Av.
Mitre y Crámer, Avellaneda, Buenos Aires, Argentina. (Liliana
Daunes)
-Azucena Villaflor, fue una de las primeras mujeres
organizadoras de las Madres de Plaza de Mayo. Ella fue
la que lanzó nuestra proclama inicial: -Todas por todas
y todos son nuestros hijos ¿ Qué queriamos decir con
ésto? Era una promesa implícita de las Madres: nuestra
lucha no era individual, era colectiva. A lo largo de
estos años, si no fuera por esta filosofía que planeo
Azucena, hubiese sido muy difícil afrontar tantas
adversidades: varias madres murieron, otras debieron
criar a sus nietos por la desaparición de los padres. A
algunas compañeras les desaparecieron todos sus hijos, a
otras les quitaron la posibilidad de criar a sus nietos,
porque esos niños también fueron secuestrados junto con
sus padres y mantenidos en cautiverio, hasta que los
asesinos de sus familiares se los apropiaron y después
los registraron con una identidad falsa. Sólo la fuerza
que te da el conjunto permite seguir la búsqueda.
Nosotras ya no somos madres de un solo hijo, somos
madres de todos los desaparecidos.(Nora
Cortiñas)
Después del
golpe del 76 que instaló la dictadura militar,
comenzaron a multiplicarse las desapariciones de
personas de las que nada volvía a saberse.
Las madres
de muchos de ellos buscaban alguna noticia en el
Ministerio del Interior, en la policía, en la Iglesia,
en los partidos políticos. Una de esas mujeres era
Azucena Villaflor, ama de casa, de 53 años, a quien le
habían secuestrado uno de sus hijos, junto a su novia.
Madres de
Plaza de Mayo es un movimiento que surgió a partir de la
iniciativa de su iniciativa, con el objetivo de buscar y
encontrar a sus hijos que estaban siendo secuestrados
por la dictadura militar de entonces.
Fue a
Azucena Villaflor que en 1976 se le ocurrió ir a hablar
con Videla y, lógicamente la policía las hizo circular.
Esa orden provocó que nunca dejaramos de caminar
alrededor de la plaza, todos los jueves a las l5 horas.
Lamentablemente Azucena no vio cómo creció ese primer
grupito de 15 madres. Un día en que se encontraron las
madres, Azucena propuso dirigirse a la Plaza de Mayo y
pedir una audiencia al gobierno. Aquella primera marcha
de las madres se realizó un 30 de abril de1977.
-Allí en el Vicariato de la Armada la conocí a Azucena
el día en que Grasselli le dijo al actor Marcos Zucker
que su hijo estaba muerto. Ahí, en ese momento, Azucena
dijo fuerte que tendríamos que ir todas a Plaza de Mayo;
lo dijo con voz fuerte justo en la mitad del salón. Ella
fue la que lo propuso, sólo ella. Con voz fuerte, con
coraje, porque ella era una mujer de mucho coraje; se ve
que era luchadora, no lo dijo ni en voz baja ni en un
rinconcito.
(Josefa
García de Noia)
-Yo la conocí a Azucena en el Ministerio del Interior,
en Balcarce 50 éramos un montón de mujeres desesperadas
preguntando por los nuestros. Ahí escuché a una señora
que decía que no podía ser, que el gobierno no hacía
otra cosa que mentirnos y tratar de sacarnos
información, que había que organizarse, que había que
meterse en la Plaza de Mayo y hacerse escuchar... poco
después me enteré que esa mujer era Azucena... ahora
repienso aquel día y me parece mentira que una mujer, en
pleno conocimiento de las atrocidades que los militares
estaban haciendo y con la impunidad con que estaban
asesinando, se animara en la misma boca del lobo a
proponer en voz alta y bien clara a otras madres que
organizáramos mejor la búsqueda y el reclamo.
(
María del Rosario Carballeda de Cerutti
)
El Vicariato
de la Armada y el Ministerio del Interior eran algunos
de los lugares por donde peregrinaban las madres y
familiares de desaparecidos en el afán de lograr
información. Los recuerdos reunidos por Arrosagaray en
su libro aluden a la presencia de Azucena Villaflor
alentando a las otras madres e impulsando su
organización para ocupar la Plaza de Mayo.
La conoci en
los primeros días de abril del '77 en el Vicariato de la
Armada. -Vino mi nuera y me dijo que había
una señora que estaba diciendo unas cosas muy
interesantes. Fuimos, había una mujer que estaba
diciendo que era inútil estar allí, que nos ocultaban
todo. Y agregó en voz alta, muy claramente, mientras se
golpeaba la pierna con una cartera o con un monedero que
tenía en la mano, como para darle más energía a lo que
estaba diciendo: 'Tenemos que ir a Plaza de Mayo porque
allí se produjeron, a través de los años, las más
grandes concentraciones y los hechos políticos y
sociales significativos. Y una vez allí, cuando seamos
muchas debemos ganar la calle y meternos en la Casa de
Gobierno, para imponerle a Videla lo que pretendemos.
(
María Adela Gard de Antokoletz
)
Varias de
las mujeres estuvieron de acuerdo y empezaron a
intercambiar teléfonos para avisar a otras familias.
Algunas preguntaron qué iban a hacer en la plaza. -Nada
--decía Azucena--, nada especial, aunque sea sentarse,
conversar y ser cada día más. (
María Adela Antokoletz).
-Si Azucena tenía en claro algo
era que una organización de este tipo se
podía construir si se daba participación, si se hacía
entre todas. En primer lugar, la idea de organizarnos y
reunirnos en la Plaza fue de Azucena, pero aparte, ella
era una líder natural, que no hacía esfuerzos por
imponerse a los demás ni pretender liderazgos, era como
una gallina que nos cobijó a todas como si fuéramos sus
pollitos... hasta cobijó a quien iba a ser su
secuestrador. (Nora
Cortiñas)
Ese sábado
30 de abril a las cuatro y media de la tarde se
reunieron por primera vez en Plaza de Mayo, como había
impulsado Azucena Villaflor. Eran amas de casa, no
sabían ni les importaba que estaban gestando la mayor
epopeya ética de la argentina contemporánea.
Según la
reconstrucción de Arrosagaray, las mujeres que se
encontraron ese día fueron: Azucena Villaflor de
Devicenti, Josefa de Noia, Raquel de Caimi, Beatriz de
Neuhaus, Delicia de González, Raquel Arcusin, Haydée de
García Buela, Mirta de Varavalle, Berta de Brawerman,
María Adela Gard de Antokoletz y sus tres hermanas,
Cándida Felicia Gard, María Mercedes Gard y Julia Gard
de Piva. Eran trece mujeres en representación de diez
secuestrados y desaparecidos.
Según otros
recuerdos, también estuvieron presentes Raquel
Mariscurrena, acompañando a su consuegra Raquel de
Caimi, y Lidia Moeremans, prima de Azucena Villaflor. En
la reconstrucción que hace Arrosagaray señala que el
nombre de Rosa Contreras ronda también algún recuerdo
que la ubicaría aquella tarde en la plaza.
-Debemos mencionar por lo menos a otras tres mujeres que
no participaron de este encuentro inaugural, no porque
estaban en desacuerdo o porque por alguna razón no
quisieron estar --advierte Arrosagaray--, sino que
razones prácticas, de momento, se lo impidieron. Son
ellas Juanita Pergament, Nora de Cortiñas y María del
Rosario de Cerutti. Pero las tres venían trabajando
desde los días previos, e incluso hablándoles a otras
para lograr la concreción de ese temerario lanzamiento.
Eran las
cuatro y media de la tarde de un sábado y además de los
granaderos y ese grupo de Madres, no había gente en la
Plaza de Mayo. Y la idea era sobre todo instalar
públicamente la imagen de las madres que buscaban a sus
hijos desaparecidos.
-Estuvimos allí
--relata María Adela Antokoletz-- algunas
sentadas y otras paradas. Eramos poquitas... cada una a
su turno se presentó, dijo cómo se llamaba y contó
cuándo y de qué forma habían secuestrado a su hijo.
-Me acuerdo como si fuera hoy... hasta el lugar en donde
conversamos.
Yo
llegué sola y caminé entre los canteros buscando con mi
mirada otras mujeres... ¿vio que desde la pirámide salen
caminos hacia los bordes, hacia las veredas?... Bueno,
yo me encontré con María Adela y sus hermanas en uno de
esos senderos, cerca de Rivadavia, casi a la altura del
centro de la Plaza... ¿Ustedes también vienen por lo
mismo?, les pregunté, y ahí nos quedamos conversando
unos minutos, hasta que vemos venir a otras tres mujeres
agarradas de los brazos, muy pegadas y serias. Se
sumaron a nosotras y enseguida la que venía en el medio
empezó a hablar como tomando la batuta de la reunión y a
mí me molestó mucho. Esa duda mía se transformó
rápidamente en un cariño enorme por esa mujer, que
resultó ser Azucena. (
Haydée García Buela
)
Azucena y
las otras Madres estaban contentas por lo realizado.
Había sido la primera reunión en público, algo que las
ponía en otro lugar que el eterno peregrinaje por las
oficinas del gobierno, las Fuerzas Armadas y la Policía.
Ahora ellas empezaban a reclamar de otra forma. Pero se
dieron cuenta que había sido un error elegir un sábado.
La reunión siguiente fue un viernes y asistió el doble
de Madres, donde discutieron el borrador de un pedido de
entrevista a las autoridades que había llevado María del
Rosario. Pero ese viernes, Dora Penelas, otra de las
Madres, dijo que los viernes era día de
brujas y que reunirse esos días les
traería mala suerte. Entonces pasaron a reunirse los
jueves a las tres y media de la tarde.
Y así siguió
hasta la actualidad como una cita de honor donde, sin
que ellas lo supieran, se estaba jugando también la
dignidad de un pueblo sometido a la peor de las
dictaduras. Allí estuvieron con lluvia o con sol, pese a
la represión y a las provocaciones humillantes. (Luis
Bruschtein)
De ser una
reunión informal es hoy un encuentro semanal de todos
los jueves que perdura hasta nuestros días. Este es uno
de los movimientos más ejemplares del mundo.
Lamentablemente esta valiente mujer protagonista del
inicio del movimiento no pudo ver la fuerza que tiene
hoy.
Azucena fue
secuestrada un 10 de diciembre de 1977, en la esquina de
su casa por un comando clandestino de la Armada, que
días después terminó con su vida.
ASTIZ SECUESTRABA A LAS MONJAS FRANCESAS Y A VARIAS
MADRES
En la
iglesia de la Santa Cruz, un grupo de tareas de la ESMA
se llevó a 7 personas. Entre ellas, la monja Alice
Domon. Dos días después, les pasó lo mismo a Azucena
Villaflor y a sor Lèonie Duquet. Astiz las había
marcado.
(Susana
Colombo
Clarin)
Fue el 8 de
diciembre de 1977, pero María del Rosario Cerruti tiene
grabada la pesadilla de los secuestros de ese día, a la
salida de la parroquia de la Santa Cruz, en el barrio de
San Cristóbal.
—Me empujaron contra la pared; me aferré a las rejas y
grité: ¡Se la están llevando!.
(Cerrutti
salía del brazo con otra madre de Plaza de Mayo) Un
hombre rubio, gordo, nos separó y por la fuerza
introdujo en un auto a María Ponce de Bianco.
Al mismo
tiempo, Nélida Chidichimo pudo ver esa noche que,
empujándola, -metían en otro Falcon, o
Renault, a otra madre, María Eugenia Ponce
de Careaga. Nélida estaba con otra madre, que preguntó
con absoluta inocencia: -¿Por que están
llevando a la señora? -Por
drogas, contestaron.
Esas dos
Madres de Plaza de Mayo, Maria Ponce de Bianco
y Maria Eugenia Ponce de Careaga,
cuatro familiares de desaparecidos y la monja francesa
Alice Domon fueron secuestrados por grupos de la Marina
en el anochecer del Día de la Inmaculada Concepción, a
las puertas de la iglesia de la Santa Cruz, base de los
padres pasionistas.
Dos días
después secuestraron a la primera presidenta de las
Madres, Azucena Villaflor de De Vincenti;
a la hermana francesa Lèonie Duquet, y a tres hombres,
también miembros de la agrupación. Sabían dónde ir a
buscarlos: a sus casas, a su lugar de trabajo. Los doce
—los secuestrados el 8 y el 10— fueron trasladados a la
ESMA.
Todos, hoy,
siguen desaparecidos.
Con los
años, y el regreso de la democracia, las desapariciones
de Villaflor y las francesas Domon y Duquet se
convertirían en emblemáticas de los métodos represivos
de la dictadura. No sólo por las víctimas; también por
la participación central de un militar.
Quien se
había infiltrado entre las Madres para poder
marcarlas después fue el ex teniente
naval Alfredo Astiz. Desde temprano, los agentes de la
Marina fueron distribuidos en distintos puntos de la
Iglesia mientras se realizaba la misa de Primera
Comunión. La orden: detener violentamente a quienes
habían sido señalados por Astiz.
Cerruti y
Chidichimo, testigos directas, aseguran que no las
llevaron a ellas porque -los autos estaban
colmados. Las dos recuerdan a Gustavo
Niño, apodo que usaba Astiz. -Era un chico
rubio precioso. Le creían cada vez que se
juntaba con ellas en la Plaza, alegando que era hermano
de un desaparecido. Nélida admite que su nuera, hija de
un militar, tenía desconfianza de él: -Ojo,
que el olor de los milicos lo llevo aquí,
les dijo, tocándose la nariz.
La parroquia
de la Santa Cruz, ubicada en Estados Unidos y Urquiza,
era prácticamente el único lugar donde las Madres podían
reunirse regularmente. El jueves 8, Gustavo Niño se fue
antes de terminar la reunión; frente al Calvario de
piedra de la parroquia y besó la mejilla de Chidichimo.
Tenian dudas
después de los secuestros, pero no desconfiaron de
Astiz, no. El jueves siguiente lo vieron cuando íban a
la Plaza. -Andate que te van a agarrar,
le dijeron.
Seis meses
después, dice Cerruti, llegó una información de France
Presse desde París, que consignaba que exiliados
argentinos habían descubierto a Alberto Escudero, un
agregado a la Embajada argentina en Francia que no sería
otro que Niño, que en realidad era el teniente Astiz. -Vos
me torturaste a mí en la ESMA, le dijo una
exiliada en la embajada. Más adelante se enteraron de
que otros sobrevivientes de la ESMA aseguraban que Astiz
era represor. Y que había torturado a las dos religiosas
francesas.
En marzo de
1990, la Corte parisina condenó a Astiz, en ausencia, a
la pena de reclusión perpetua por los crímenes de las
dos monjas. -Pero está aquí, y está libre,
subraya ahora María del Rosario.
Sor Alice
concurría regularmente a las reuniones de las Madres.
Las conoció cuando llegó desde el Chaco, donde ya había
colaborado con esposas de compadres
desaparecidos. Siguió también trabajando con inmigrantes
paraguayos, algunos de ellos perseguidos políticos.
Cerruti y
Chidichimo recuerdan que Alice, con las manos atadas,
era arrastrada esa noche por los secuestradores. A la
hermana Lèonie la fueron a buscar a la capilla de Santa
Rosa, en Ramos Mejía, dos días después. Había sido vista
varias veces en la ronda semanal en la Plaza de Mayo.
Las dos monjas fueron asesinadas; sus cadáveres fueron
arrojados al Delta.
Uno de los
hombres secuestrados, Remo Berardo, pintor, con un
hermano desaparecido, fue secuestrado en su atelier de
la Boca. Gustavo Niño iba a reuniones en ese atelier, al
que también concurría, muy seguido, sor Alice, y algunas
veces Lèonie Duquet.
La ausencia
de Azucena Villaflor en la reunión del día clave
exasperó a Astiz. La secuestraron en la avenida Mitre,
en Sarandí, a pasos de su casa, el sábado 10, cuando las
Madres habían logrado que el diario La Nación les
publicara una solicitada. Se la llevaron tres hombres.
Tal vez se
esperaba desarmar a las Madres. -Creían
—dice Nélida— que esa noche nos habían
amedrentado. El jueves siguiente fuimos todas a la
Plaza; tuvimos pánico, pero seguimos.
Para
Cerruti, las madres que entonces desaparecieron -nos
inculcaron que la lucha no debía ser individual.
Por lo que
hoy se ha podido reconstruir, principalmente gracias a
las versiones de testigos de los hechos, las monjas
fueron llevadas a la Escuela de Mecánica de la Armada,
donde luego de seis días de ser sometidas a torturas y
vejámenes y fueron asesinadas. Jamás fueron recuperados.
En lo que
constituyó una torpe maniobra del Gobierno por distraer
a la presión diplomática y la opinión pública
internacional, Alice y Leonie fueron fotografiadas en la
ESMA bajo una bandera de la agrupación Montoneros, con
el objetivo de culpar este grupo del secuestro. La
hipótesis fue prontamente descartada en general por
todos los sectores.
Los
gobiernos de Estados Unidos, Francia y la Iglesia
Católica ejercieron presiones sobre la Junta Militar
para que se resolviera el caso de las monjas, pero luego
de un tiempo las acciones se fueron debilitando y
finalmente el asunto quedó en el más completo olvido.
El secuestro
de las monjas francesas y las Madres de Plaza de Mayo
fue uno de los golpes más duros de la dictadura para con
los familiares de las víctimas. Sin embargo, la
intimidación no tuvo efecto. Por el contrario, las
Madres volvieron a su ronda el jueves siguiente y
continuaron demandando por justicia y verdad, hasta el
día de hoy*.
Esta
publicación contiene una serie de documentos
desclasificados por el Departamento de Estado de Estados
Unidos y una selección de documentos de la prensa
gráfica argentina, que contextualizan los hechos y
permiten profundizar el análisis de lo sucedido.
Los 16
documentos desclasificados fueron seleccionados por el
National Security Archive.
MLL/
NOTA DE LA NAC&POP:
El equipo de antropología forense que descubrio la
identidad de Azucena Villaflor y las demas madres
secuestradas ese dia en la Iglesia, recibieron el Premio
mayor del 2004, de la Agrupación Oesterheld, una
estatuilla de El Eternauta, de las mismas manos de Elsa
Oesterheld, por su enorme aporte a la recuperacion de la
identidad de los compañeros y compañeras muertos en la
lucha, quienes lo recibieron en un emotivo acto,
realizado en el Café Tortoni de Buenos Aires (Av. de
Mayo 825) lateral al acto central realizado en el Hotel
Bauen un par de dias antes, donde se premio a la
totalidad de los luchadores politicos y sociales de
2004, entre ellos a Olga Aredez, ya fallecida, quien
recibio un estruendoso aplauso ante la enorme
concurrencia de compañeros y compañeras que se reunieron
ese dia para consagrar a nuestros y nuestras mejores.
MARTIN GARCIA/ NAC&POP