Visionaria y luchadora incansable, una
adelantada para sus días: la primera médica argentina en los
finales del siglo XIX. Pionera e innovadora en la medicina y
enfermería, activista del partido socialista y defensora de
los derechos de la mujer. Una figura poco conocida que
merece conocerse.

Cecilia Grierson nació en Buenos Aires
el 22 de noviembre de 1859, pero pasó su niñez en los campos
de Entre Ríos donde sus padres, John Parish Robertson
Grierson, descendiente de los primeros colonos escoceses que
llegaron al país y Jane Duffy, de origen irlandés,
explotaban un campo. Por aquellos años la situación
económica familiar era holgada, razón por la cual Cecilia
fue enviada a Buenos Aires para estudiar pero al poco tiempo
la enfermedad de su padre hicieron que tuviera que regresar
a Entre Ríos a ayudar a la familia. Allí comienza entonces a
desarrollar lo que sería su primera vocación: la docencia ya
que se desempeña como maestra rural junto a su madre
teniendo solamente trece años. Su dedicación al trabajo era
tan destacable que el gobierno decide pagarle un sueldo, que
es entregado directamente a la madre por ser Cecilia menor
de edad..
Al fallecer su padre regresa a Buenos Aires donde se emplea
como institutriz de una familia adinerada y a la vez
comienza a estudiar magisterio en la Escuela Normal Nº 1 de
Barracas. A los 19 años, en 1878, se recibe. Fue entonces
designada en la Escuela Mixta de San Cristóbal. Al poco
tiempo trae a su familia a Buenos Aires.
Hasta ese momento su vida parecía dedicada al magisterio
pero la muerte por causa de una enfermedad incurable de su
amiga y compañera Amelia Köenig, la impactan tan hondamente
que tuercen ese destino y la llevan a una decisión que no
entiende razones ni atiende obstáculos. A los 23 años
solicitó una matrícula en la Facultad de Medicina e hizo su
propia “defensa” escrita para obtener un permiso especial
por ser mujer. Antes de ella, otra mujer, Elida Passo
(1867-1893), había ingresado a la Facultad de Medicina para
seguir la carrera de farmacia, convirtiéndose en la primera
graduada en esa rama en 1885, ingresando después a medicina,
pero cuando cursaba el quinto año enfermó gravemente y murió
sin diplomarse.
Cecilia estudió en un ambiente hostil, cargado de prejuicios
e intencionada malevolencia en una facultad donde solo había
hombres, ya que en esa época la educación secundaria formal
apenas si comenzaba a desarrollarse para las mujeres. Sin
embargo fue una alumna destacada y mientras cursaba las
materias de grado obtuvo el cargo de ayudante de histología
ad honorem de la Facultad y, en 1885, el de practicante de
la Atención Pública (Asistencia Pública) en distintos
hospitales.
Pese al ambiente adverso en el que tenía que
desarrollar su actividad la fuerza de su carácter la
impulsaba a luchar con los obstáculos y sus proyectos son
llevados por ella misma a la práctica.
Durante su paso por la Asistencia Pública, organiza el
servicio de ambulancias con sus respectivas campanas de
alarma, una novedad absoluta ya que este sistema era
exclusivo por entonces de los bomberos. En 1886, durante la
epidemia del cólera, actúa eficientemente en la atención a
los enfermos de la Casa de Aislamiento (hoy Hospital Muñiz)
donde cosecha las primeros y sinceros reconocimientos. Allí
es donde comienza a ver la necesidad de formar personal
auxiliar del médico de modo innovador para la Argentina de
entonces. Sin haber aún obtenido su título de medicina funda
la primera Escuela de Enfermeras del país. En ella, las
aspirantes a enfermeras recibían instrucción sobre
puericultura, primeros auxilios y cuidados de pacientes. La
escuela comienza a funcionar bajo su dirección en forma
inmediata a pesar que es reconocida oficialmente en 1891
cuando es transformada en Escuela Municipal de Enfermería.
Cecilia fue además fundadora en 1890 de la Escuela de
Enfermería del Hospital Británico.
En 1888 fue practicante en el hospital Rivadavia, un hecho
que fue más revolucionario aún que su ingreso a la carrera.
Un año después al defender y aprobar su tesis, Histero-Ovariotomías
efectuadas en el Hospital de Mujeres desde 1883 a 1889, se
convirtió en la primer mujer de nuestro país en recibir el
título en medicina y la primera en graduarse en Sudamérica.

Ya
graduada como médica cirujana, ingresa al Hospital San
Roque, hoy Ramos Mejía, y consolida más que nunca su
convencimiento de profesionalizar la práctica de la
enfermería, luego de sus experiencias, tanto en el
Dispensario de Vacunación –que instaló la Cruz Roja en 1891
durante la epidemia de viruela– como en la atención a los
heridos durante la Revolución de 1893.
Este proyecto se hará realidad en 1891 con la
creación oficial de la Escuela de Enfermeras del Círculo
Médico Argentino, donde implanta el Curso de Masajistas
escribiendo posteriormente el libro Masaje Práctico, que
tiene amplia difusión, ambos antecedentes claves en el
desarrollo local de la kinesiología moderna.
En 1892 creó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios,
publicando un libro sobre la atención de heridos en
accidentes. Paralelamente, Grierson dictaba clases de
anatomía en la Academia de Bellas Artes, y atendía en su
consultorio psicopedagógico gratuito dedicado a la niñez con
retardo.
Enviada a Europa por el gobierno para conocer la realidad
educativa del Viejo Continente, a su vuelta propuso cambios
en las currículas de las escuelas profesionales argentinas,
y siguiendo su hábito de escribir como prolongación de la
docencia, publicó los frutos de esa etapa en el libro
Educación Técnica de la Mujer. En 1899 fue a Londres
invitada por el Consejo Internacional de Mujeres y se le
encargó la fundación de la rama argentina, lo que realizó al
año siguiente. En oportunidad de esos viajes, estudió los
métodos para el tratamiento de ciegos y sordomudos, en tanto
que luego y ya en París, asistió a las mejores clínicas de
obstetricia y ginecología
Impulsa en el país la enseñanza formal de la puericultura y
la docencia especializada para ciegos y sordomudos,
introduciendo por primera vez en el país material didáctico
para este tipo de discapacitados, a la vez que establece en
Buenos Aires el Instituto de Ciegos.
En
1901 aparece como fundadora de la Asociación Obstétrica
Nacional y de la Revista Obstétrica, que ideó como un canal
para ofrecer a las parteras argentinas un enfoque científico
y médico para la profesión que por entonces estaba en manos
de las llamadas "matronas".
Simultáneamente seguía sin abandonar otros
frentes y caminos ya abiertos: en 1904 y 1905 dicta en la
Facultad de Medicina de Buenos Aires los primeros cursos de
Kinesioterapia, que constituyen el antecedente más
importante de la kinesiología argentina. En lo que respecta
a su labor en la Cruz Roja, actuó como consejera y como
directora general de Hogares de Enfermas, siendo también
autora de la reglamentación que regía esos hogares.
En 1907 suma a sus múltiples actividades la docencia en el
Liceo nacional de Señoritas, del que fue profesora
fundadora. También enseñó gimnasia en la Facultad de
Medicina. Todo esto no la privó de seguir escribiendo. Dos
de sus obras La educación del ciego y Cuidado del enfermo,
esta última de más de 800 páginas y primer tratado nacional
de enfermería, son parte de su entrega a lo que fueron sus
dos pasiones, la docencia y la medicina, que fundió
magistralmente en toda su obra.
También cumplió un rol destacado en los primeros años de
vida del Partido Socialista Argentino que fuera fundado en
1896.
Comenzaba el nuevo siglo con la causa del sufragismo y el
feminismo, recién llegados a Latinoamérica. Junto a
Alicia Moreau de Justo,
Elvira Rawson y Julieta Lanteri-Renshaw,
entre otras pioneras universitarias, iniciaron la lucha por
los derechos civiles y políticos femeninos, demandaron
oportunidades educativas y de trabajo y propusieron reformas
al Código Civil en beneficio de la situación de la mujer,
con no pocos logros para la época. En 1900, Grierson
propicia la fundación del Consejo Nacional de Mujeres, luego
de haber participado en el Congreso Internacional de Mujeres
que se realizó en Londres en 1899, donde fue elegida
vicepresidenta.
En 1910 y en el marco de las celebraciones del Centenario,
Grierson presidió del Primer Congreso Feminista
Internacional de la República Argentina, convocado por la
Asociación de Mujeres Universitarias. El tema era la
situación de las mujeres en la educación, la legislación, el
abandono de los hijos, la necesidad del sufragio femenino.
Estas luchas reivindicativas tuvieron éxito recién en 1926,
cuando se reformó el Código Civil con la incorporación de
muchas de las demandas acerca de la condición de la mujer en
el país, como la posibilidad de disponer de sus propias
ganancias, formar parte de sociedades civiles o mercantiles,
etc.
En 1914, Cecilia Grierson asistió al homenaje que se le
brindó al cumplir sus bodas de plata como médica, y aunque
el ritmo de sus actividades no era el mismo, todavía en 1927
seguía al frente como Directora General de los Hogares de
Enfermeras.
Tras una actividad incansable, en su mayor parte ad honorem,
al pedir la jubilación se le reconocieron 22 años de
servicio de los 25 de ejercicio de la medicina y 45 que
llevaba trabajados como docente, y se le concedió solamente
una modesta pensión graciable. Ya enferma, se retiró
definitivamente y se instaló en la localidad de Los Cocos en
Córdoba, a la que donó una escuela y una casa de descanso
para el profesorado y gente del arte.
No tuvo reclamos ni resentimientos en lo económico, y acaso
el hecho que más le doliera fue que nunca pudo ejercer una
Cátedra en la Facultad de Medicina. “Entre las muchas
contrariedades sufridas en mi vida –dijo, ya anciana–, debo
aclarar que siendo médica diplomada, intenté inútilmente
ingresar al profesorado de la Facultad. Pero no era posible
que se le ofreciera a la primera mujer que tuvo la audacia
de obtener el título de médica cirujana, la oportunidad de
ser jefa de sala, directora de hospital o profesora de
universidad”.
La primera médica de toda América del Sur falleció en Buenos
Aires el 10 de abril de 1934.
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