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Alicia Moreau de Justo, defensora incansable

 de la igualdad de derechos

 

 

 

En el año 1979 parte de las vivencias y trayectoria de esta mujer aparecen narradas en el libro "Alicia Moreau de Justo y Jorge Luis Borges" de Blas Alberti (Mar Dulce, Buenos Aires: 1985)

Esta anécdota define en pocas palabras su pensamiento y su lucha en defensa de la igualdad de derechos de las personas. Pero además, esta anécdota que narra un hecho transcurrido hace 90 años demuestra tristemente que a pesar de tanta lucha, casi un siglo después, las cosas parecen haber cambiado muy poco. 

                                
"...SOCIEDADES MENOS CRUELES QUE LA NUESTRA..."

"Era mi día de guardia. Veo una pobre mujer, ya entre cuarenta y cincuenta años pero sumamente desmejorada, que estaba sentada sobre los escalones que conducían a esa sala, sala de guardia. La hice entrar y entonces me contó que ella era sanjuanina y que había venido de San Juan para hacerse curar, que no tenía familia aquí, que toda su familia la había dejado allá, que andaba perdiendo sangre. Entonces yo le hice un rapidísimo examen y me di cuenta que tenía un tumor uterino que ya estaba en las últimas. Entonces la hice entrar en la sala, sabiendo que era imposible operarla; pero no la podía dejar en la calle. La hice sentar, acostarse, le expliqué a la enfermera que me ayudaba lo que había que hacer. Le di una inyección para calmarla, alimentos, en fin, lo que se podía hacer. A la mañana siguiente me encontré con mi jefe, muy enojado conmigo. ¿Por qué había yo recibido a esa mujer, que yo debía saber que era inoperable? Le conté la historia. No la podía echar a la calle. «Bueno, tómela de secretaria y arréglese con ella». 

Y entonces hablé con esa enfermera y le dije: «¿Qué podemos hacer con ella? Vamos a calmarla, a tranquilizarla, a pasarla un día o dos, que por lo menos el cansancio del viaje y la mejor alimentación... Y después vamos a buscar dónde llevarla». Había entonces un hospital que ahora ha desaparecido, donde se mandaban todos los incurables. Yo no podría ahora localizarlo, porque son recuerdos de tantos años... si no hace setenta años...

Y no solamente me impresionó, me dio lástima, sino que me indignó el comprender que el servicio hospitalario tenía, forzosamente, muchísimas deficiencias. Y entonces esa enfermera, muy buena, la llevó. Yo pagué el coche para llevarla, le hice un pequeño regalo a la enfermera y se fue así. A morir. Indudablemente, pensaba yo, el cadáver habría ido a parar al anfiteatro del hospital y habrá ido a parar a la basura. Es decir que tuve la sensación, allí, de lo que es el final de ciertas vidas. Una mujer así, rica, hubiera sido rodeada por médicos, llevada a una sala para que fuera operada, todo le habrían dado para, por lo menos, aliviar su sufrimiento físico y moral. Esa pobre mujer había tenido que viajar desde San Juan. Yo me imaginaba lo que había sido ese viaje sentada, porque entonces no se habría podido pagar un camarote. Y cómo fue el final, soportando el dolor y la hemorragia durante ese viaje, un día y una noche por lo menos.

Entonces, la idea de la injusticia social, de las tremendas deficiencias que tiene nuestra organización social me hirieron profundamente y me convencieron, cada vez más, que la sociedad tiene que ser transformada y que esas injusticias, esas deficiencias, no deben existir. Aparte del perfeccionamiento científico, profesional, que permite un examen mucho más temprano, como se ha llegado a hacer y actualmente se hace, y todo lo que se puede hacer ahora para evitar la enfermedad, para prevenir, etcétera. Pero aparte de eso era esa sociedad en donde esa desgraciada mujer había tenido que vivir. Y pensé que tal vez las sociedades animales eran menos crueles que la nuestra.."
 

 

 


APUNTES BIOGRÁFICOS

Había nacido el 11 de octubre de 1885 en Londres, Inglaterra donde sus padres, comuneros franceses Armando Moreau y de María Denanpont se hallaban exiliados. Luego de recorrer varios países europeos llegaron a Bs As en 1880 y en medio de una gran corriente inmigratoria trayendo como bagaje los ideales que por entonces estaban creciendo en gran parte de Europa. Los inmigrantes más politizados, se agrupaban por afinidad ideológica y nacionalidad. 

La familia Moreau educa a su hija sin los prejuicios de la época. 

Desde muy pequeña acompaña a su padre a reuniones políticas y demuestra una enorme curiosidad intelectual y un vivo interés por el mundo. Esta mujer confesó que su padre había desatado en ella una pasión. Lo hizo con rodeos, era una socialista científica al fin. "Lo que hice fue en gran parte posible porque me abrió la puerta mi gran amigo, mi padre", decía Alicia. "Fue un gran compañero, un gran amigo. Cuando empecé, él me acompañaba siempre. ¡Me llevaba de la mano!". 

En la Escuela Normal tuvo como profesor de educación cívica a Hipólito Yrigoyen. Estudió un año de psicología y luego completó los estudios de medicina. 

Aún era muy joven cuando comenzó a recorrer con valentía los barrios de Barracas, Pompeya y todo el suburbio de Buenos Aires, llevando a los trabajadores su voz en defensa del trabajador y su familia, su denuncia de las enfermedades sociales y la necesidad de desarrollar la educación. El año 1906 marcó la iniciación en su vida política al participar en el Congreso Internacional de Libre Pensamiento. Allí presentó su primer trabajo sobre educación. También, en ese mismo Congreso, conoce a quien sería su primer amor, un español de Santander que había llegado a Rosario a los ocho años con su padre republicano. Su nombre era Enrique Del Valle Iberlucea, la llevó con él a todas partes: a La Plata donde era secretario de la Universidad, al periódico La Vanguardia que dirigía, al Ateneo Popular como secretaria. A su lado conoció a los líderes del socialismo mundial: Enrico Ferri, Vicente Blasco Ibáñez y Jean Jaurès, el gran pacifista. 

Con el objetivo de luchar por la conquista de los derechos civiles y políticos, organizó junto a Sara Justo y a la Dra. Rawson de Dellepiane, el Centro Feminista. Desde esta época se unió a los socialistas, sin afiliarse al partido, realizando una gran labor educativa con los trabajadores y sectores más desprotegidos en los centros, bibliotecas y en la Sociedad Luz, que fue la primera en organizar en Buenos Aires la enseñanza popular.

Ingresó en la Facultad de Medicina en una época en que la presencia del sexo femenino era una excepción. En esos momentos el tema de la educación era una de sus preocupaciones supremas. En 1909 participó activamente en el Congreso Popular de Educación y en 1910 fundó junto a otros compañeros el Ateneo Popular, asociación de extensión secundaria y universitaria.

Al lado de otras dos mujeres obtuvo su título de médica, verdaderas pioneras en su tiempo. Junto a una de ellas, Cecilia Grierson, organizó el Primer Congreso Femenino Internacional.

En 1911 inició una campaña para fundar escuelas para inmigrantes. Vivió las emociones de la Primera Guerra Mundial manteniendo una actitud antiarmamentista y de lucha por la paz. Bajo el gobierno de Hipólito Yrigoyen difundió el pensamiento socialista junto a Alfredo Palacios, Juan B. Justo, Nicolás Repetto y otros.

Fundó en 1918 la Unión Feminista Nacional, cuyos principios eran: elevación de la mujer en todos los planos, emancipación civil, creación de comités para el mejoramiento de las condiciones de trabajo, sufragio femenino. A través de los años, realizó una campaña permanente para que se concreten los sucesivos proyectos presentados en la Cámara sobre emancipación civil y sufragio femenino, que tuvieron su concreción el primero en 1926 con el proyecto de Mario Bravo y el segundo en 1947 con la sanción de la ley.

En 1919 fue representante Argentina en el Congreso Internacional de Obreras de Washington, y delegada al Congreso Internacional de Médicas en Nueva York. En uno defendió todo lo referente al trabajo de mujeres y menores; en el otro contribuyó con el tema de la prostitución y de la educación sexual.

Se afilió al Partido Socialista en 1920, integrando el Comité Ejecutivo del mismo, alentando a las mujeres para que ingresen a la política. En 1921 fallece Del Valle.

En la redacción de La Vanguardia, Alicia había conocido un tiempo antes al mítico fundador del Partido Socialista, con quien debió encontrarse en la facultad en 1906. La extraña fundación había ocurrido en 1893 cuando sólo cinco hombres respondieron a un aviso de la Agrupación Socialista en el diario La Prensa, y se reunieron en el Café Francés. Engels le había corregido a Juan B. Justo de puño y letra la primera declaración y los estatutos, y él había vendido su coche para afrontar los gastos del primer número del periódico. Alicia reconoció en ese cirujano notable "condiciones superiores", combinaba al hombre de ciencia y al político, algo que tanto la fascinaba.

A los veintinueve años había traducido el primer volumen de El Capital y en 1905 había fundado El Hogar Obrero, según el modelo de cooperativa de edificación de Dayton, Ohio. Sabía seis idiomas, introdujo la asepsia quirúrgica y fue el primer cirujano de América en practicar cirugía de cerebro. El "maestro" emprendía todo con un rigor implacable. Para estudiar el problema agrario, se había establecido en Junín cuatro años con su primera mujer y, en sus conclusiones, proponía la eliminación del latifundio con impuesto progresivo a la tierra como en Nueva Zelanda. Por estas ideas a los socialistas les decían utópicos. 

 

El Hogar Obrero fue fundado el 30 de julio de 1905



En 1922 se casa con Juan B. Justo siendo dos relevantes personalidades, en ese momento, del país. Tuvieron tres hijos.

En 1925 las feministas obtienen la reglamentación del trabajo de mujeres y niños. En 1926 se sancionaron los derechos civiles de la mujer. 

Alicia constituyó las agrupaciones Femeninas en los Centros Socialistas con el objetivo de incrementar la participación política de la mujer. 

En 1928, en su chacra de Los Cardales, cuando salía a pasear con el sacayuyos, Justo muere de un edema pulmonar.
Hasta entonces había una gran resistencia dentro del Partido hacia la mujer que podía entrar a la ciudadela del poder y discutirlo.

El día de la muerte de Justo, Alicia tomó una decisión: dedicar el resto de su vida a trabajar en él. Esta decisión política implicaba la reserva absoluta de los sentimientos, el ocultamiento de la soledad. 

De 1945 es su libro “La mujer en la Democracia”. Pese a sus disidencias con el gobierno del General Perón, se alegró profundamente por la victoria de las mujeres al concretarse el sufragio femenino ( ley 13010 promulgada en septiembre de 1947).

En 1952 fue candidata a diputada, aunque no llegó ni siquiera a votar por los problemas que se suscitaron entre el gobierno y la oposición, que se acentuaron con la destrucción de la Casa del Pueblo, su biblioteca y los talleres de La Vanguardia.

Aún en la clandestinidad, siguió escribiendo sobre la influencia social de la mujer y la necesidad de su incorporación a la acción política y, a través de los años, su lucha por que ellas desarrollen funciones comunales, fue incesante.

Con sus noventa años, se encaminó resueltamente en la lucha por los derechos humanos, en el tiempo de su mayor vejación y fue una de las fundadoras de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

Al festejarse sus cien años en octubre de 1985, las salas del Teatro Coliseo se vieron colmadas por un público proveniente de todos los sectores políticos y sociales, y fundamentalmente de la juventud. Esta demostración marcaba quien era Alicia Moreau de Justo: la síntesis de la consecuencia a través de toda una vida con los principios que abrazara en su juventud.

Falleció el 12 de mayo de 1986.

 

 

 

 

 

"Y pensé que tal vez las sociedades animales eran menos crueles que la nuestra.."

 

 

 

 

Fuentes consultadas: Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC) Biografías (M Caglini) , Mujeractual, Mujeres Argentinas" El lado femenino de nuestra historia (M. Cichero)


 

 

 

 

 

 

 

 

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